viernes, 10 de mayo de 2013

El desparpajo de Sergio Rodríguez ha evolucionado hacia una serena responsabilidad


Del Estudiantes a la NBA. El niño prodigio canario tuvo una carrera meteórica. Nunca le faltó desparpajo. Con todo lo que esa palabra conlleva. Esa carga de arrojo, de temeridad naive como del quien no es plenamente consciente de lo que se juega. Además era irregular. Y, muchas veces, no rendía en partidos de máxima exigencia. Todos, incluso él lo asumían. Hasta que decidió jugársela y abandonar la zona de confort.El virtuoso, el fino estilista, siempre en las nubes, prefirió regresar a un equipo europeo para asumir responsabilidades que seguir de revulsivo, o peor, moneda de cambio en equipos americanos modestos.

Esta decisión le devolvió a las convocatorias de la Selección Española. En los Juegos Olímpicos tuvo una actuación destacadísima sin renunciar a sus juegos malabares, sus pases inverosímiles, sus tiros a canasta en momentos inesperados, dejando su firma de artista en cada acción. Nos conquistó a todos. Y con el Real Madrid acabaron llegando los títulos, aunque al principio le costó adaptarse.

Como para atestiguar esta evolución en su mentalidad se ha dejado una barba tan poblada que recuerda a la de un ermitaño. Transmite serenidad. Su talento fluye ahora sin cortapisas. Y esto le conviene a una España que afrontará el Eurobasket de septiembre en Eslovenia sin los Juniors de Oro. Parece que se tomarán un descanso antes de reunirse por última vez en el Mundobasket 2014.

Yo no tengo miedo. Veo un trío de <<no altos>> formado por Ricky rubio (recuperación y asistencia), Sergio Llull (físicazo y polivalencia) y Sergio Rodríguez (simplemente magia) dirigiendo nuestro juego. Ya me diréis.

Y esta noche el primer partido de la Final Four de la Euroliga contra el Barcelona para seguir haciéndose grande. El Chacho está acumulando mucha sabiduría. Y eso mezclado con talento es una mezcla explosiva.

Hacía mucho que no escribía un artículo de baloncesto. Me he quedado contento. Nos leemos.




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